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L.C. Guedes Arroyo: Reflexiones después de la conferencia de liderazgo

Reflexiones después de la Conferencia Internacional de Liderazgo
“El Significado del matrimonio y la familia para la paz del siglo XXI”
Seúl, del 12 al 16 de octubre de 2009

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Miseria material y espiritual

Para nosotros, así como para los participantes de muchos lugares del mundo con quienes dialogamos sobre el contenido de los aportes al tema de la Conferencia, resultó una experiencia única, memorable, dentro de un clima de alto nivel intelectual y vivificante espiritualidad en cuanto al matrimonio, la familia y la paz, propósito esencial de la UPF y su profundo significado como instrumentos de paz.

Sin embargo, a pesar de la coincidencia de los principios e ideales que han ido creciendo a lo largo del tiempo en los representantes de la UPF en todos los rincones del planeta  observamos, al mismo tiempo, su preocupación por los conflictos, la violencia y la pobreza que abruman a la humanidad como el resultado de las crisis moral y espiritual cada vez más destructivas sobre el núcleo social que es la familia.

No se debe soslayar, en este punto, que la pobreza material se acompaña de miseria espiritual, tanto en el polo de la opulencia como en el de la mayor indigencia. En la fuente griega, la palabra miseria está compuesta por la partícula negativa mis, que significa alejado y eros, amor. Miseria, es pues, lo que está alejado del amor. Las personas y las sociedades alejadas del amor en encuentran dominadas por el odio y por el miedo y viven en un permanente estado de ansiedad e intranquilidad.

Un ser miserable es incapaz de tener buenas relaciones consigo mismo o con otros. Poseído por el odio y por el miedo sus sentimientos están congelados y sus pensamientos giran en torno a la desconfianza, a la agresión, a la avaricia, al engaño y a la sumisión o a la soberbia, con la que disfraza su debilidad.

Este cuadro de miseria espiritual se ha generalizado en todo el mundo y sus efectos sobre las emociones del hombre en términos de miedo y de odio son los que promueven las guerras, el vandalismo, la corrupción, la enfermedad y la locura. El odio y no las bombas es el que destruye las ciudades; no son los ladrillos los que las reconstruyen, sino el amor.

Reconstruir la unidad vital del hombre

Cuando se dice que nuestra sociedad está hecha pedazos, no se exagera. En efecto, el desmoronamiento de nuestros valores es el resultado de la invisible fragmentación que progresivamente han ido padeciendo las personas de nuestro tiempo. Tenemos la sensación de que la vida es un caos, una selva, donde nos perdemos hombres y mujeres.

Sin embargo, también sentimos la necesidad de reaccionar ante esa situación de desorientación y naufragio. Nos apremia el interés para encontrar “vías”, “caminos”; es decir, ideas claras y firmes sobre el mundo que nos rodea. Más que nunca necesitamos encontrar una nueva misión y un modelo de liderazgo capaz de recuperar los principios universales de la moral y del espíritu.

Bendición para la paz mundial

La Ceremonia de Bendición de veinte mil parejas de todas las religiones, razas, nacionalidades y culturas constituyó, también, una singular vivencia y una reiterada afirmación del movimiento iniciado por el Padre Moon en 1960 con el fin de construir una familia humana universal capaz de alcanzar la reconciliación y la armonía entre grupos religiosos, raciales y étnicos bajo un solo Dios que haga posible la exaltación del amor verdadero, la vigencia de la familia y el diálogo interreligioso indispensables para lograr la paz en este mundo.

Un nuevo modelo de liderazgo

Para restaurar la familia humana dividida se necesita verdaderos constructores de la paz, personas comprometidas con una vida al servicio de los otros. Esta tarea comienza en la familia como expresión del amor verdadero y continúa en todos los niveles de la sociedad humana.

En la Conferencia se insistió en la necesidad de contar con instituciones sociales, religiosas,  gubernamentales y ONG que promuevan el amor verdadero en las familias y con cada uno de nosotros como Embajadores para la Paz, desarrollando nuestro propio carácter y extendiéndolo a nuestras familias, a nuestras comunidades, a nuestras naciones y a toda la familia mundial.

Precisamente, para que cada uno de nosotros pueda asumir un rol conductor y colaborar en la misión de la UPF, es necesario alentar un nuevo modelo de liderazgo para construir familias de paz convertidas en faros de luz para iluminar el mundo.

Hacia un nuevo liderazgo

Estas reflexiones has sido inspiradas por  la obra del Padre Moon. Nadie antes de él ha pensado tan claramente sobre el origen de la decadencia de nuestra civilización  ni sentado las bases del conocimiento para el bienestar y la paz en el mundo. El Padre Moon personifica el modelo humano de liderazgo.

Mientras el mundo arde en llamas de atrocidades y de insistentes violaciones de los valores humanos, el hombre de nuestro tiempo -a pesar de su cautiverio espiritual y moral- se encuentra en un proceso de desarrollar una nueva conciencia que en el futuro podrá elevar a la especie humana por encima del temor, la ignorancia y el aislamiento en el que hoy se encuentra. El liderazgo necesario para encauzar este proceso debe tener en cuenta esa conciencia naciente como una nueva visión de la realidad que hombres y mujeres estamos obligados a confrontar permanentemente.

Este estilo de liderazgo será, sin duda, una nueva dirigencia espiritual e intelectual que deberá ampliar los horizontes del hombre, donde tengan más cabida las potencialidades que las probabilidades y donde la unidad y la diversidad se definan de nuevo como polos simultáneos y necesarios de la misma esencia.

Este liderazgo será distinto, porque nuestra situación es diferente. Ninguna civilización ha tenido que enfrentarse hasta hoy al desafío de la especialización científica, y por eso nuestra respuesta debe ser nueva. Este liderazgo deberá comprometerse para lograr un mundo mejor, donde las necesidades espirituales y morales del hombre, así como los recursos científicos e intelectuales que tiene a su disposición para la vida, logren una armonía productiva y creadora de verdadero bienestar.

El conocimiento no sirve ya para enfrentar al hombre y a la naturaleza como fuerzas opuestas, ni para reducir los datos a un nuevo orden estadístico. El conocimiento deberá ser un medio para liberar a la humanidad de la fuerza destructora del miedo y señalar el camino hacia el renacimiento de la fe y la confianza en la persona humana.

Debemos aceptar la responsabilidad de que individuo y sociedad se complementan y se integran entre sí; que la esclavitud de cualquier forma de totalitarismo ha sido quebrada por el deseo universal de habilitar y conquistar la autoridad de la verdad y de la exaltación de los valores humanos.

El nuevo liderazgo deberá examinar los significados a veces contradictorios y las aplicaciones que tienen hoy día términos tales como democracia, libertad, justicia, amor, paz y humanidad. El objetivo de estos valores será despejar el camino para colocar los fundamentos de una genuina historia, no por naciones, razas o culturas, sino por el hombre en relación consigo mismo, con sus semejantes, con el universo y con Dios.

Más allá de las catástrofes de la actualidad, y surgiendo de este período dinámico en el que está brotando una nueva conciencia, la finalidad del nuevo liderazgo consistirá en contribuir a hacer latir más el corazón de la verdad y respetar las esperanzas y los sueños de hombres y mujeres hacia una comprensión más honda de los valores básicos de todos los pueblos. En este camino, todos tenemos una misión para cumplir.