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L. Guedes: Reflexiones después de la conferencia de liderazgo

Reflexiones después de la Conferencia Internacional de Liderazgo
“El Significado del matrimonio y la familia para la paz del siglo XXI”
Seúl, del 12 al 16 de octubre de 2009

Quiero agradecer la invitación de la “Federación para la Paz Universal” para participar en la Conferencia  Internacional de Liderazgo llevada a cabo en Seúl del 12 al 16 de octubre pasado, cuyo objetivo fue la Bendición de matrimonios, en una ceremonia profundamente emotiva que me permitió conocer personalmente al Padre Moon y escuchar su brillante mensaje, a la Madre Moon, al Dr. Walsh y a los embajadores de diferentes países y sus esposas, con quienes tuvimos la oportunidad de mantener diálogos muy interesantes.


Hombres y mujeres de todas las edades, cultos y nacionalidades aguardamos con sensibilidad y compromiso el momento solemne de la Bendición, intercambiando alianzas, muchas de ellas nuevas y relucientes; otras, con el metal desgastado por el tiempo pero enriquecidas y aquilatadas por efecto de la comprensión y del amor.

Ahora compartiré con ustedes algunos hechos de esa experiencia inolvidable en Seúl, diciéndoles que pude aproximarme a un mundo lejano y desconocido, donde reinan el silencio, el orden y la higiene, los buenos modales, la amabilidad, la vocación de trabajo y estudio, las sonrisas, las reverencias, el respeto y el buen gusto, la vestimenta impecable, las flores, la ausencia de humo, mendigos y niños abandonados en las calles.   

En ese ambiente descubrí la personalidad, la obra y el hondo mensaje que intuía y comencé a conocer a través de las palabras, las actitudes, las atenciones y las miradas contenedoras de todos los representantes de la UPF que nos han acogido como hermanos en esta Sede de Buenos Aires.

La semana en Seúl fue intensa, sorprendente y conmovedora, y durante el largo viaje de regreso mi esposo y yo tuvimos oportunidad de intercambiar ideas sobre los descubrimientos realizados en esos seis días que modificaron nuestra concepción del mundo y a mí me abrieron un camino personal y vocacional que algunas veces creía debilitado.

También les comentaré algo que me sucedió la noche después de nuestra llegada a Buenos Aires, cuando todavía no lográbamos adaptarnos al cambio de horario. Esa madrugada me desperté repentinamente, desorientada pero sin sobresalto, ante el recuerdo del sueño que no percibí como una pesadilla porque no estaba poblado de imágenes perturbadoras o desconcertantes, sino que presentaba simplemente una frase que se grabó en mi mente:  “Tocar fondo”.

Entonces, tratando de reaccionar para descifrar lo sucedido, recurrí a “Google” para buscar la definición de la Real Academia Española y leí: Tocar fondo,“Llegar al límite de una situación desfavorable”.

Comencé a recordar la teoría de la interpretación de los sueños, que se basa en los sucesos de la víspera y los deseos inconscientes que anhelamos cumplir, aunque aparecen distorsionados o censurados y es necesario buscarles una explicación.

En ese momento no logré comprender el significado porque mi situación no es de ningún modo desfavorable, pero luego entendí que en mi caso “tocar fondo” había significado llegar a lo más profundo de mi corazón y de mi sensibilidad, al fondo de mis deseos y sentimientos para poder resurgir con todas las energías y orientar mi voluntad y mi vocación hacia un objetivo más trascendente, más motivador y universal.

Les quiero decir que estoy leyendo la autobiografía del Rev. Moon, publicada este año. Es una extraordinaria y profunda obra literaria, religiosa, filosófica y humana, “best seller” en Corea y fundamental como libro de consulta personal y familiar.

Cuando leí su pensamiento en las páginas 73 y 74, pude encontrar la explicación de mi sueño, ya que allí el Rev. Moon dice lo siguiente:

“Las personas necesitan descender hasta el crisol, hasta lo más profundo de su desesperación, hasta el fondo de su existencia y de su experiencia. Necesitan descubrir nuevas posibilidades en medio del infierno. Sólo cuando logran ascender desde esas profundidades y alcanzar una nueva determinación, pueden renacer como seres capaces de iniciar un nuevo futuro. El camino para ganar la gloria del Reino de los Cielos consiste en convertirse en rey del sufrimiento y doctorarse en esa filosofía”. Y continúa: “La vida exitosa depende de nuestra forma de mirar con los ojos de la mente y también los del corazón”.

Soy educadora y psicóloga y desde hace años estoy volcando mi experiencia en la literatura. Los personajes de mis novelas y cuentos infantiles están inspirados en historias reales y muchas veces dolorosas, e intento trasmitir la capacidad de las personas para elegir respuestas entre las posibilidades que a cada momento nos obligan a tomar decisiones. Sabemos que según sean el aprendizaje y la educación recibidos en la primera infancia en el hogar, las decisiones que tomemos en situaciones conflictivas orientarán nuestra existencia hacia la felicidad o la desdicha, es decir, hacia la salud o la enfermedad.   

Además, les confieso que sin motivo aparente, hace un tiempo interrumpí la novela que estaba escribiendo, basada en la historia de un excombatiente que fue abandonado en las Islas Malvinas por suponerlo moribundo pero que luego fue rescatado por los ingleses, quienes lo pudieron revivir gracias a los medios que tenían a su disposición. Mi esposo y yo lo conocimos en un balneario de la Provincia de Buenos Aires, donde nos relató su historia, aunque no les contaré los acontecimientos terribles que ocurrieron en su vida después de la guerra.

Después de ese encuentro, no pude imaginar un argumento para mantener el interés de mis lectores en de esta historia real, la vida de un hombre que estaba obligado a elegir su camino después de “haber tocado fondo”. Y dejé de escribirla.

Pero cuando conocí la vida y la obra del Rev. Moon, así como las historias de algunos de sus seguidores, decidí por Alejandro, el protagonista de mi novela, escogiendo el único camino que se me ocurrió para su salvación: después de deambular por el mundo, llegará a Seúl y seguirá al Padre, asociándose a su obra y renaciendo para iniciar un nuevo futuro.

Espero poder culminar esta novela. Mi motivación existe. Sólo tendré que idear un nuevo título. Había escogido “Tierra de héroes y dinosaurios”, aunque ahora, de no haber sido porque se me adelantó el escritor ruso Tolstoi, tendría que llamarse  “La guerra y la paz”.

Espero la luz que me dicte el nuevo título.

Y para finalizar, volveré a mencionar algunos pensamientos de la autobiografía del Rev. Moon, referentes a todo lo creado y que para él posee vida que debe ser tomada en cuenta, por insignificante que parezca. Él lo hacía con las chinches y los piojos de las prisiones, con los granos de arroz que eran su único alimento y muchas veces rechazaba para ofrecérselos a los menesterosos o para ayunar, o en sus paseos por el bosque, identificando los vientos de otoño y primavera y la fragancia de los cerezos en flor. Al referirse a la terrible situación de su país, en 1942, recuerda: “Miré por la ventana, mientras lloraba, y pude ver que las montañas y los arroyos de mi tierra natal también estaban llorando, más apesadumbrados que yo. Y luego de esa visión, dije: Yo prometo a estas montañas y a estos arroyos que regresaré, trayendo conmigo la liberación de mi patria. Por eso, no lloren, pero aguárdenme!

Y hoy tuve una nueva experiencia sobre la atención que, según sus enseñanzas, debemos prestar a todos los seres de la naturaleza: a las seis de la mañana, antes de lo acostumbrado, nuestra gatita me despertó para desayunar, mordiéndome suavemente la cabeza. Entonces recordé que anoche la planta de orquídeas comenzaba a insinuar sus primeros capullos y me dirigí al balcón, sentándome junto a ella para observar. La gata, siempre sensible ante los acontecimientos naturales, me acompañó. Y fui testigo de un pequeño milagro, que se me ocurrió llamar “parto vegetal múltiple” porque diez orquídeas fueron abriendo ante mi vista, en sólo treinta y cinco minutos, pétalo a pétalo, aroma y color, para enriquecer y alegrar nuestro hogar como un ser vivo especial. Cuando apareció mi marido para averiguar qué sucedía en el balcón porque parte de la familia se había congregado allí, compartió este simple pero maravilloso acontecimiento tomándole una fotografía para recordar mientras esperamos la próxima floración.