"Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz" (Preámbulo UNESCO).


Primero:
A través de la filosofía que dio origen a las artes marciales, los practicantes se orientan en corazón, pensamiento y acciones a promover la armonía en las dimensiones físicas, espirituales y sociales. Por lo tanto, las habilidades asimiladas en las artes marciales se complementan con los quehaceres esenciales de la vida, tendientes a lograr la armonía interna y externa.

Segundo: La práctica marcial no es sólo una disciplina deportiva, sino un arte que busca forjar el carácter, fortalecer la voluntad y brindar un entendimiento comprensivo sobre lo correcto y lo incorrecto. A través de la competición, los practicantes no sólo pueden asimilar a sus vidas las reglas, sino valores tales como el respeto, el trabajo en equipo, el compañerismo, el autocontrol y la disciplina, la superación personal, el sacrificio personal por un beneficio mayor, la capacidad de adaptación, la solidaridad, el compromiso, etc.

Tercero: Aquí es donde se destaca el aporte que las artes marciales pueden hacer a la convivencia social. Porque la competencia bajo los valores mencionados permite superar las percepciones hostiles que generaron distanciamientos en la sociedad y confrontaciones. Esto implica cambios internos, que involucra pensamientos, emociones, actitudes y acciones. Porque el conflicto empieza con una visión auto-centrada que produce acciones dañinas a los demás y al medio ambiente.

Cuarto: La violencia es la manifestación de la maldad más obvia y es un síntoma de un fracaso moral. Si queremos eliminar la violencia en todas sus formas, debemos comprometernos a un despertar espiritual y a un desarme de prejuicios hacia los demás, sociales o culturales. Un practicante de artes marciales que incorpora los valores que promueven las distintas disciplinas tendrá un sin número de elementos que le ayudarán a evitar la confrontación en situaciones amenazantes de la vida cotidiana.

Quinto: Las artes marciales, y los deportes en general, pueden ayudar a canalizar energías que en la sociedad suelen derrocharse en conflictos de todo tipo. La sana competencia, indudablemente, puede salvar los diferentes abismos creados por razones históricas entre distintos grupos sociales, entre pueblos y culturas, por cuestiones de raza, religión, nacionalidad o condición socioeconómica. La resolución de estos conflictos crea el fundamento para la paz en la comunidad, la nación y el mundo.

Sexto: Siendo la familia el entorno más cercano de un practicante, esta constituye un sostén imprescindible para el logro de sus metas. De aquí también la importancia en fortalecer la piedra angular de la comunidad, primera escuela donde se aprende los valores esenciales para la vida en sociedad. Promoviendo el matrimonio y la familia podremos brindar contención y seguridad a las futuras generaciones, fundamento para enseñar a respetar a todas las personas, a resolver los conflictos sin armas ni violencia, que permitirá la reasignación de recursos masivos para el desarrollo humano.

Séptimo: Está claro que la mera práctica deportiva, como la sola promulgación de leyes, no cambiarán mágicamente la cultura de violencia que embarga a sociedades y pueblos, sino que las mismas deben ser sostenidas por significativos programas educativos tendientes a promover la formación del carácter, la resolución de conflictos y una cultura de servicio y de paz. Los hombres y las mujeres que han sido educados a cumplir con sus obligaciones y responsabilidades morales hacia los demás, respetarán y vivirán para el bien mayor y las realizaciones de los demás, siendo verdaderos hacedores de paz.

Buenos Aires, domingo 1º de noviembre de 2009

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