Ponencia del Senador Carlos Baráibar (*) en el seminario “Hacia un Nuevo Paradigma para la Paz y el Desarrollo Humano en América Latina”, organizado por la Federación Internacional por la Paz Mundial, Montevideo, 22 de abril de 2014

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Sean mis palabras el agradecimiento a la Federación Internacional por la Paz Mundial esta posibilidad de participación en un evento de tanta importancia con la presencia de destacado delegados nacionales e internacionales para reflexionar sobre un tema de gran actualidad como lo es trabajar para la construcción de un nuevo paradigma para la paz y el desarrollo humano en América Latina; temas que hacen, nada menos, que al destino de la humanidad.

Hace algunos años era difícil imaginar que, tras el fin de la guerra fría y del mundo bipolar, la reivindicación de la paz mundial mantendría la vigencia que tiene actualmente.

Durante décadas fue tema de gran preocupación la posibilidad de una conflagración nuclear que involucrase a toda la humanidad a partir de un conflicto bélico entre las grandes potencias. Hoy vemos que el planeta puede ser amenazado por otros factores, aunque ya no haya guerra fría, aunque algunos hechos recientes hacen recordar acontecimientos de aquella época. Tenemos conflictos de difícil resolución; algunos casos son guerras locales, enfrentamientos étnicos y religiosos, detrás de los cuales pueden descubrirse con frecuencia móviles económicos y el juego de poderosos intereses de los estados y las Corporaciones

Hay conflictos en varios continentes, y en algunos casos el involucramiento de potencias ha conducido, en nuestra opinión, a situaciones que comprometen la paz mucho más allá de las fronteras de los países que son escenario de dichos conflictos.

Los conflictos en Siria y Croacia- y no son los únicos- nos muestran cómo se pueden generar en el mundo actual verdaderos círculos viciosos en los que la guerra y el terrorismo se retroalimentan, extienden la violencia a otros territorios, incrementan la psicosis bélica y demuestran que la violencia sólo genera más violencia, de la cual son víctimas, en primer lugar, personas inocentes.

La búsqueda de la paz requiere enfoques pluridimensionales porque las causas de los conflictos son variadas y porque el mundo en el que vivimos se caracteriza por su complejidad y heterogeneidad. La globalización no pone fin a la diversidad cultural y religiosa de la humanidad. No se puede hablar de paz sin pensar en el respeto a esa diversidad, que constituye la gran riqueza del género humano y a partir de la cual se debe construir la convivencia armoniosa y la colaboración entre las naciones y pueblos.

No se puede construir la paz si no comenzamos por practicar ese respeto por el otro, por el que tiene otras ideas en materia religiosa o política y otra tradición histórica y cultural.

Por eso aprecio el sentido que, me parece, inspiró a los organizadores de esta reunión, al unir la paz y el desarrollo. En efecto, son inseparables.

No habrá avances sustantivos para la paz mientras no imperen en lo internacional y en lo nacional condiciones para el desarrollo concebido como materialización progresiva de las posibilidades de realización de los seres humanos. Me refiero a sus posibilidades en el punto de partida, en el arranque de la vida.

Sabemos que no habrá verdadera libertad, aunque ella esté reconocida en las leyes de los países, para los niños que no puedan acceder a la educación y crecer alimentándose correctamente. Sabemos que no serán realmente libres los pueblos a los que se niegue el acceso a los recursos básicos, que muchas veces están sobre o debajo del territorio en el que han vivido desde hace siglos. No serán realmente libres quienes estén sujetos a la discriminación y al avasallamiento de los derechos humanos.

El camino de la paz en el mundo pasa por el desarrollo sustentable y equilibrado, que genere riqueza genuina y condiciones para su justa redistribución en la sociedad y a escala planetaria.

Creemos en la necesidad de caminar hacia un orden internacional que vaya abriendo paso a estas condiciones. No será fácil, porque muchos y grandes son los intereses en juego, pero no habrá paz duradera ni desarrollo pleno para todos si no avanzamos en esa dirección.

Como dijimos, no creemos en la existencia de una causa única en las guerras, pero es difícil encontrar alguna en la que, tras la compleja trama de conflictos étnicos, religiosos o culturales, no se haga presente la contradicción entre poderosos intereses de países y corporaciones, por un lado, y cuestiones estratégicas para el desarrollo de los países débiles, por otro.

Por eso la gobernabilidad mundial se logrará buscando la paz, el diálogo, el entendimiento, asumiendo la diversidad, pero también reconociendo y respetando los derechos de todos. Los derechos de los débiles, de las minorías, de los que han ido siendo conducidos hacia la marginación y la exclusión. Me refiero a personas, a grupos sociales, pero también a nacionalidades y países.

El respeto a la autodeterminación de los pueblos y la vigencia del derecho internacional deben pautar la política exterior de los países. Trabajar para ensanchar los vínculos de cooperación y amistad con los demás países como forma de contribuir a la tarea común de la paz mundial y a la forja de un orden internacional más justo debe ser el objetivo principal.

En una alocución anterior hice referencia a dos iniciativas que considero muy importantes.

Una de ellas: la Cátedra de UNESCO para la Educación para la Paz, para promover una Cultura de Paz, que la propia UNESCO define como “una serie de valores, actitudes y comportamientos que rechazan la violencia y previenen los conflictos tratando de atacar sus causas para solucionar los problemas mediante el diálogo y la negociación entre las personas, los grupos y las naciones”.

La otra, lo que ha expresado el Dr. Thomas Walsh, aquí presente, secretario general de la Federación Internacional de la Paz, en la sede central de la ONU, con ocasión de celebrarse el Día Internacional de las Familias: la familia es el lugar donde debemos aprender los caminos de la paz. “Antes de que cualquiera de nosotros entre en una escuela, universidad o seminario, todos aprendemos de nuestras madres y padres las primeras lecciones de amor y paz. Y pese a nuestras diferencias, cada familia y cada fe, anhela lo mismo”.

Es esta instancia una valiosa oportunidad para reafirmar estos principios y estos objetivos. Por eso reitero mi reconocimiento a la Federación Internacional por la Paz Mundial, así como a todos los participantes en este evento.

Una vez más, muchísimas gracias.

(*) El Senador Carlos Baráibar participó en la fundación del Frente Amplio (FA), en 1971, y fue diputado desde ese año hasta el golpe de Estado de 1973. Tras el restablecimiento de la democracia fue por siete años secretario político del presidente del FA, general Liber Seregni. En 1994, junto a otros frenteamplistas, acompañó al senador Danilo Astori en la fundación de Asamblea Uruguay, una de las organizaciones integrantes del FA. Por dicho sector fue diputado en las legislaturas de 1995 al 2000 – habiendo sido Presidente de la Cámara de Representantes en 1997-. El 31 de octubre fue reelecto como diputado, pero al ser también primer suplente de Astori en el Senado y al haber sido éste designado como ministro de Economía y Finanzas del gobierno del doctor Tabaré Vázquez, Baráibar ingresó en la cámara alta. En el año 2010 fue electo como Senador de la República, cargo que ocupa en la actualidad. Integra las Comisiones de Medio Ambiente, Defensa Nacional, Ganadería Agricultura y Pesca, Hacienda, Asuntos Internacionales. Es Presidente de la Comisión de Asuntos Internacionales y Vicepresidente en las Comisiones de Defensa Nacional y Hacienda.