El siglo XX será recordado como el siglo más violento de toda civilización. Un investigador informa que han ocurrido cerca de 100 millones de muertes por Guerra en el último siglo, dejando una constelación de heridos y mutilados, huérfanos de padre y madre, refugiados desamparados. Pero el siglo XX no será solamente lamentado por la magnitud de su violencia; sera también marcado por los hombres y mujeres magnánimos que hicieron el sacrificio postrimero por la verdad y la justicia, la paz y la no-violencia, la resolución de conflicto y la reconciliación comunitaria. Ellos eran los embajadores por la paz de la revolución popular de las Filipinas, la revolución de Checoslovaquia, el movimiento de los derechos humanos de los Estados Unidos de América, y el movimiento Satyagraha de India. Se los encontró en Polonia, Estonia, Letonia y Lituania.

¿Y cuál fue el secreto de su éxito? Fue su dedicación constante de fe y servicio. Durante el movimiento de los derechos civiles de mediados del siglo XX en los Estados Unidos mucha gente de conciencia y buena voluntad trabajaron incansablemente hacia el sueño de la igualdad. Las duras batallas del movimiento fueron luchadas con la espada del servicio y el escudo de la fe.

Discutiblemente, mi padre, como el campeón más ardiente y articulado, creía en una nación de libertad y justicia para todos, y alentaba a esta nación a vivir en los hechos el verdadero sentido de su credo. Su fe fue resumida en esta afirmación: “El arco moral del universo es largo, pero se dobla hacia la justicia.” Aún más, su dedicación al servicio fue ejemplificada en el sacrificio de servir a los trabajadores recolectores de basura en Memphis, Tennessee. Igualmente importante y muchas veces olvidado, él alentaba a la gente a vivir según su propósito y potencial uniéndose y tomando acción para hacer de este mundo un mejor lugar para vivir. Esa acción, él creía, sería una manifestación viva de su fe.

Él expresó también esa fe y su magnificencia en acción al enmarcarla en el contexto del servicio. Escuchen ahora al resumir lo que él dijo. Él dijo que toda persona puede ser grande porque toda persona puede servir. Dijo que no tienes que tener graduación universitaria para servir, no tienes que hacer que coincidan sujeto y verbo para servir, sólo necesitas un corazón lleno de bondad y un alma generada por amor. Su fe colectiva en que el arco del universo es largo pero se dobla hacia la justicia les generaba energía y les daba una dirección de servicio. Las victorias del siglo XX no fueron tanto de políticos o presidentes, reyes o reinas, sino de gente común motivada por la fe y galvanizada en el servicio, y debido a su fe y servicio es vista en la actualidad como los campeones de ayer de la paz por la no-violencia.

¿Pero, qué pasa con nosotros hoy en día? En la actualidad hay, según UNICEF, más de un billón de niños viviendo en la pobreza en el mundo. Alrededor de 150 millones de niños sufren de malnutrición, y se estima que 11 millones de niños van a morir este año de enfermedades que se pueden prevenir. Claramente debemos trabajar con creciente dedicación en invertir nuestros recursos en salvar a nuestros niños, porque me parece que nuestro mundo sera calibrado por cómo trata a sus recurso más precioso, y ciertamente nuestros niños son el recurso más precioso.

Para hacer esto, nuestro mundo está a los gritos en busca de una nueva generación cuya visión se extienda por encima de la interminable cadena de venganza y represalia, hacia una de fe y de servicio. Como en el siglo XX, que mediante la fe, podamos comandar la autoridad moral de actuar en servicio a nuestros hermanos, tanto localmente como mundialmente. Así como la acción humanitaria basada en la fe y el servicio lograron las victorias de los movimientos del siglo pasado, éstas pueden también encender un fuego en este siglo, que gane las victorias en el logro de las Metas de Desarrollo del Milenio.

Con todo el conocimiento técnico, la cuestión no es cómo erradicar la pobreza, preservar el medio ambiente o eliminar epidemias y enfermedades destructivas, sino si es que vamos a tener la fe y la voluntad para actuar. Esto es muy, muy importante porque yo creo que podemos hacer casi cualquier cosa. Tenemos la habilidad para hacer casi cualquier cosa, pero nosotros tenemos que mirar profundamente dentro de las profundidades de nuestas almas para encontrar la voluntad, de manera que cuando se encuentren la habilidad y la voluntad, se rindan resultados.

Ha sido el servicio de unos pocas buenas mujeres y hombres que desafiaron y cambiaron al mundo. Eso ganó victorias en los Estados Unidos como la legislación sobre el derecho civil, derecho a voto, derecho a vivienda digna. Esa misma fe y servicio ganó la libertad y democracia en las naciones del globo. Y será la misma fe y dedicación al servicio en este siglo que puede ganar victorias en el logro de la Metas de Desarrollo del milenio.

Finalmente, se ha vuelto popular caracterizar al servicio como un interruptor eléctrico –”un día prendido, no un día apagado”—donde se vuelven convenientes demostraciones de atención y cuidado el hecho de recolectar basura o pintar las hamacas de un parque, o la marcha en una demostración en una tarde que sea conveniente. Pero los desafíos y oportunidades de este siglo exigente que pensemos dos veces acerca de nuestra fe y servicio.

Mi padre declaró que la medida mayor de un hombre o una mujer no es dónde están situados en tiempo de confort y conveniencia, sino dónde están situados en tiempos de desafío y controversia. Continuó diciendo: La cobardía hace esta pregunta: ¿Es una posición segura? La conveniencia hace la pregunta: ¿Es una posición política? Y la vanidad hace la pregunta: ¿Es una posición popular? Pero algo adentro llamado conciencia hace la pregunta: ¿Es una posición correcta? Siguió diciendo que a veces debemos tomar posiciones que no son ni seguras, ni populares, ni políticas, pero debemos tomar esas posiciones porque nuestras conciencias nos dicen que es lo correcto.

Quisiera citar una parte de esa afirmación: La cobardía hace la pregunta: ¿Es el servicio seguro? La conveniencia hace la pregunta: ¿Es el servicio político? La vanidad hace la pregunta: ¿Es el servicio popular? Pero la fe hace la pregunta: ¿Es el servicio lo correcto? Y llega el tiempo en que uno debe servir no porque es seguro, ni político, ni popular sino uno debe servir porque la conciencia de uno y la fe de uno lo empuja a saber que es lo correcto.

Desafío a todos nosotros a pensar confiadamente y creativamente sobre las maneras en que nuestra fe y nuestro servicio puedan ser regenerativos en la aparición de un nuevo movimiento de esperanza en la gente joven que audazmente demuestre su fe en el servicio para encontrar los desafíos y oportunidades hallados en las Metas de Desarrollo del Milenio.

Gracias y que Dios los bendiga a todos.