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H.J. Moon: Una visión para la paz en América del Sur

Quiero agradecer a todos ustedes por una bienvenida tan calurosa.

Aunque ésta sea mi primera visita a Perú me siento verdaderamente abrazado por una familia perdida por largo tiempo. Me siento tremendamente conmovido por los comentarios encapsulados que dan de la visión de la UPF hechos por el General y los esfuerzos activistas de hacerse dueños de la visión de la UPF y compartir el liderazgo de esta nación de Perú transmitidas por esta dama del Congreso. Yo creo que tremendas cosas pueden ocurrir aquí si nuestros Embajadores para la Paz se tornan los dueños de este sueño de construir Una Familia Bajo Dios. Porque una visión y un sueño, sin tener dueño, son sólo una idea, pero una visión y un sueño que tengan a un señor o dueño pueden transformar al mundo.

Esta gira por América Latina es una gira con raíces en una visión. He sido favorecido por la presencia de un historiador y tenemos la oportunidad de hablar acerca de la historia. Todas las veces que yo hablo de la historia me siento entusiasmado porque en mi vida, de joven, cuando iba a ir a la Universidad de Columbia, pregunté a mi padre, mientras estaba pensando en escoger en qué especializarme: ¿Qué piensas sobre qué puedo especializarme? Mi padre nunca dice a sus hijos que hagan una sola cosa. Él quiere que nosotros escojamos. Quiere que tomemos la posición de dueños. Así, él me dio tres opciones, y para acortar una historia larga, yo escogí Historia. Especialmente la historia de Norteamérica.

Sí, esa es una historia labrada con violencia, con promesas, con pasión y con sueños. Cuando los europeos llegaron primero a Norteamérica, ellos estaban buscando al Oriente. Cristóbal Colón, sin embargo, descubrió el Caribe y fue desde el centro de esas naciones isleñas dentro del Caribe, que otros europeos más tarde fueron a parar a Centroamérica. Una de las observaciones que yo noté de nuestro estimado profesor aquí fue que antes de la llegada de los europeos, el asiento de la civilización de las Américas se encontraba en América Central y del Sur, en una civilización que se encuentra a la par de todas las grandes civilizaciones del mundo. Cuando yo pienso en los pueblos Incas que construyeron Machu Pichu en las montañas más elevadas de los Andes, me pregunto qué aspiraciones y sueños deben de haber tenido para seguir con una labor tan dura de construir un hermoso templo y ciudad en la cima del mundo. Y puedo apenas imaginar los ojos de los primeros europeos que miraron la majestad de esa civilización y se quedaron enteramente deslumbrados. Y con todo, aquellos que lo tienen, a veces pierden de vista lo que no podemos ver. Cuando los europeos llegaron hacia Sudamérica, al ver las riquezas de la cultura y la magnificencia y la abundancia, y ser movidos por la codicia, violaron a Centroamérica y a Sudamérica.

Pero la historia del Norte fue muy diferente. Los pueblos nativos de Norteamérica eran nómadas. Ellos no establecieron esas grandes civilizaciones. Por lo que los europeos que llegaron a Norteamérica vinieron por otras razones más que por la riqueza -- por el enriquecimiento. Sin dudas que tenemos Jamestown que fue una empresa arriesgada de construir una base en la que el caudal económico pudiera ser establecido. La única colonia de europeos que floreció fue una colonización que estaba en búsqueda de encontrar y construir una nación bajo Dios. Ellos llegaron por causa de la religión.

Para mí, como persona que no es nativo de las Américas, pues yo nací atravesando el Océano Pacífico, en la nación de Corea, considero a las Américas como mi verdadero hogar. Yo he adoptado a la nación de EE.UU. como mi segundo hogar. Pero, para mí, el “sueño americano” nunca fue un sueño político. No fue un sueño económico, porque sabemos que las democracias sin valores, arraigadas en el interés propio, sólo pueden ser tan implacables y tan dictatoriales como un régimen totalitario. Sabemos también que el capitalismo que no es controlado por valores, puede llevar a un mundo de aquellos que tienen y aquellos que no tienen. Debido a que nosotros como seres humanos, nos son dados diferentes dones, diferentes facultades por Dios, siempre habrá aquellos quienes, bajo un tal sistema, tendrán más gracia en esta Tierra. Por lo que yo nunca he pensado que el sueño americano era un sueño político ni un sueño económico. El sueño americano para mí era un sueño de construir una nación bajo Dios que reconociera la soberanía de Dios y que, por ese entendimiento, estuviera comprometido a elevar a la familia humana hacia la dignidad que sólo puede venir de Dios.

Así, el primer documento que marcó el nacimiento de aquella nación, "La Declaración de la Independencia," reconocía directamente la soberanía de Dios como la base sobre la cual los derechos básicos de cualquier americano que se encuentre en esta nación serán establecidos. Pero los seres humanos son imperfectos, y así, a través de la historia de Norteamérica, aunque tenía esta base en Dios y esta base en los principios universales que sólo pueden venir de Dios, elevando la dignidad humana al nivel de los derechos humanos, los derechos humanos universales, los seres humanos son imperfectos. Sin embargo, como gobierno, como un pueblo que grabó la historia de esa nación, eran esos principios universales que fueron el fundamento de esta nación, que la han traído de regreso a su camino e hicieron grande a esa nación. Uno sólo necesita mirar a la situación difícil de la gente de color en EEUU, que llegaron a ese continente como esclavos, menos que hombres. Aquellos padres fundadores quienes construyeron aquella nación bajo aquel documento sagrado, aquella alianza con Dios, comprendieron el pecado moral que estaban cometiendo. Y aún así, antes del primer Centenario, la nación se embarcó en una gran guerra civil donde fue resuelta esta cuestión, y con el instrumento del gobierno de todas las personas -- sean blancos o negros -- les fueron dadas libertades iguales bajo la ley. Pero sabemos que el valor humano, los derechos humanos, no son dados por los gobiernos. Sólo son dados por un ser humano al otro. Y por eso, aunque la gente negra tuvo derechos iguales bajo la ley, en la práctica ellos eran todavía ciudadanos de segunda clase, porque los blancos no les darían la dignidad que viene de la verdad que nosotros somos de una sola herencia común y que antes de ser negros y blancos somos hijos e hijas de Dios, y que somos norteamericanos. Esta cuestión sólo se resolvió en el siglo XX, cuando un líder religioso, no un líder político, no un académico, no un líder cívico, con la dignidad que sólo puede venir de Dios, no citando la Biblia, sino citando los documentos fundadores con los cuales se construyó esa nación, que decían "Nosotros sostenemos estas verdades que son evidentes por sí mismas, de que todos somos dotados por nuestro Creador con ciertos derechos inalienables", tocando la conciencia de una nación y moviendo finalmente una nación a alinearse con la verdad y la visión de construir Una Nación bajo Dios. Una Nación bajo Dios significa que una nación de entre 200, será una nación que reconoce la soberanía de Dios. Pero, con la visión de construir Una Familia bajo Dios, más allá de las fronteras nacionales, más allá de razas y etnicidad, y aún más allá de tradiciones religiosas, podemos construir un mundo de paz basado en esta visión en común y un sistema de valores en común, principios que vienen de esta verdad.

Una de las bendiciones maravillosas que Dios ha dado a este hemisferio fue que este es un hemisferio cristiano. Yo siempre me he preguntado a mí mismo y a estos hermanos y hermanas cristianos: "¿Cuál es la verdadera misión de Jesús? ¿Qué significa ser un verdadero cristiano?" Hace 2000 años atrás, un joven, hijo de carpintero, cambió el mundo en que él vivía, ofreciendo una visión para la humanidad que tocaba la conciencia y los corazones de los humanos, no sólo en su nativa Judea, sino a través de los mundos de Grecia y Roma. ¿Cuál era esa verdad que él enseñaba? En la ocasión más grave de los tres años de su ministerio público, en el momento culminante de ese ministerio, donde él daba el Sermón del Monte, dijo: "Oíste que fue dicho ojo por ojo y diente por diente..." ¿A qué estaba él haciendo referencia? Él estaba haciendo referencia a las leyes mosaicas. Él estaba dando un mensaje del nuevo vino que tendría que haber sido puesto en nuevos odres. "...Fue dicho: ojo por ojo y diente por diente, pero yo os digo, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele aún también la otra." Fue un mensaje de Amor Verdadero que podía aún abrazar al enemigo. Pero, aún más significativo, reconocido por el liderazgo religioso dentro de su pueblo nativo de Judea, fue el mensaje de que somos hijos e hijas de Dios, miembros de una familia humana eterna y que es el papel y misión del hijo del hombre traer a esta familia unida como una sola bajo Dios.

Y sin embargo, aquel pueblo donde él nació, siendo el pueblo escogido, quienes eran el único pueblo en aquel imperio que creía en un solo Dios, -- todas las otras civilizaciones creían en muchos dioses, -- cargando con el linaje de Abraham, ellos sintieron que tenían una alianza sagrada con Dios. Y así, en vez de tornarse un odre nuevo para poder recibir ese nuevo vino, porque como dijo el hijo de Dios, así como los pájaros que vuelan en el aire, el pez que nada en el mar, y los animales que se arrastran en la tierra, tienen un hogar sin fronteras, mas el hijo del hombre no tiene hogar para descansar su cabeza. Jesús venía para completar la misión original, el sueño original que Dios tenía para la humanidad antes de que la humanidad se hubiera separado de Dios -- de construir Una Familia Bajo Dios. Fue ese mensaje y esa visión que él dio hace 2000 años atrás que transformaron el mundo, un mundo que no prestaba atención a los derechos humanos como lo entendemos, pues la esclavitud era una institución aceptada. No había el concepto de los derechos de la mujer. No existía el entendimiento de construir Una Familia Bajo Dios. Esto se tornó el fundamento bajo el cual se construyó el mundo moderno de hoy. Por lo tanto, si uno quiere hablar acerca de los derechos humanos, los derechos humanos primero y principalmente comienzan con Dios y con la verdad de que somos todos parte de una sola familia bajo ese Dios.

Yo creo que en este mundo de crisis y conflicto global, donde hay potencialmente una guerra religiosa, que el verdadero mensaje que fue sembrado hace 2000 años atrás de Una Familia Bajo Dios necesita ser llevado hacia la escena mundial centrada en un hemisferio que ha sido nombrado y consagrado por Dios para llevar a cabo esa misión. Es por eso que cuando ese sueño fue una vez más visitado de nuevo a la familia humana en la cima de las ventosas colinas de Norcorea en un frío domingo de Pascua, cuando un joven, un muchacho de 15 años, se subió hacia esas cumbres en profunda oración y meditación, y recibió la inspiración y la revelación para construir una sola familia bajo Dios, ese joven, ese muchacho, hizo una promesa en ese día fatídico. Él sabía que la vida sería una cruz. Pero él estaba dispuesto a entregarse y renunciar a su vida, a sus propias ambiciones por la causa de traer este mensaje al mundo, de traer esta nación al mundo, pues ésta no es la visión de un solo hombre, de una sola familia. Ésta era la visión para toda la humanidad. Este joven, este muchacho quién subió hasta la cima de esas laderas en Norcorea no es otro que mi padre el Rvdo. Dr. Sun Myung Moon. Él ha traído de nuevo la importancia de construir Una Familia bajo Dios. Es basado en esa visión, ese sueño, esa aspiración, que una red de Embajadores para la Paz se extiende por todo el globo, comprometidos a realizar este sueño. Y éste es el fundamento y sólo éste, que puede guiar este mundo a la paz, pues ésta es la verdad que permitirá a los líderes de fe del mundo a que no usen sus confesiones y sus denominaciones para dividir y justificar el conflicto dentro de la familia humana. No sólo toleremos meramente a otras confesiones, porque en tratar de edificar a Una Familia Bajo Dios, antes de ser musulmanes, cristianos o judíos, antes de ser norteamericanos, peruanos o coreanos, antes de ser negros, blancos o amarillos, somos primero y principalmente hijos e hijas de Dios, todos con la responsabilidad de realizar Una sola Familia Bajo Dios. Esta es la verdad compartida en común a que nosotros como familia humana tenemos que aspirar.

Tal como vuestros antepasados, vuestros Incas aspiraban a construir esa gran civilización en las montañas más elevadas de los Andes, yo creo que Perú tiene un lugar especial, que las semillas que han sido sembradas en los
Embajadores para la Paz, donde hay señorío –se es dueño-, en otras palabras, no son sólo ideas, no son sólo buenas palabras, sino que ¡nuestros Embajadores para la Paz en esta nación se están tornando dueños de ese compromiso! Pues como he explicado, una visión y un sueño sin dueño es sólo una idea. Pero una visión y un sueño que tengan dueño pueden transformar al mundo. Y este es el tiempo donde tenemos que soñar en grande. Necesitamos aspirar a la más grande de las cosas. Tal como esa nación del norte que fue consagrada por Dios y se ha levantado al pico más elevado de todas las naciones en el mundo, así también América Central y Sudamérica, si se tornan los dueños de construir Una Familia Bajo Dios, no una nación bajo Dios, sino una Familia Bajo Dios, arraigada en los principios universales eternos que sólo pueden venir de Dios, pues su región no ha sido sostenida por la abundancia de sus recursos o la capacidad de su gente.

Saben que yo me siento continuamente maravillado desde que fui asignado a esta gira por América Latina empezando de Centroamérica y ahora Sudamérica, en términos de recursos y en términos de potencial de gente en lo industrial de esta región, no hay nada que falte aqui comparativamente con el Norte. Pero si voy a ser osado como para sugerir que lo que esta región del mundo necesita no es los recursos, no es la gente, sino que necesita la visión y los principios más grandes de todos que puedan elevar a la gente de esta nación a ir más allá del propio interés individual, del interés de su familia, del interés aún de su nación y procurar y aspirar a la grandeza de una región, a la grandeza de un continente, a la grandeza de las Américas, haciendo revivir el espíritu y el sueño y guiando el mundo hacia la paz. Es por eso que me encuentro aquí.

Yo espero que este mensaje pueda inspirar a muchos a sentrise dueños del ideal, porque yo creo que Dios ha preparado esta nación de Perú para tener un papel especial entre las naciones. Grandes cosas ocurren en pequeños paquetes. Aunque los Estados Unidos se encuentren en la cima de las naciones del mundo, su historia de 250 años, cuando ellos se embarcaron en su osada aventura de nacionalidad era una chusma de colonia retraída de 13 pequeños estados. Y sin embargo, ellos enfundaron la independencia saliendo del imperio más poderoso en el mundo. La razón por la que esa nación se elevó a la grandeza, tal como expliqué, no fue por la política, no fue por su sistema económico; fue por haber sido consagrada por Dios debido a que ellos establecieron un pacto que reconocía la soberanía de Dios. Si Perú puede tornarse una nación que reconoce la soberanía de Dios como base para crear un nuevo Perú, arraigada en la visión más grande de todas, Una Familia Bajo Dios, arraigada en estos principios fundamentales, esta nación puede tornarse una nación líder, no solo en este hemisferio sino en el mundo.

Quisiera desafiar a ustedes, los Embajadores para la Paz, a soñar el más grande de los sueños y a aspirar a la grandeza de vuestros antepasados que construyeron la majestad de Machu Pichu y la civilización del Imperio Inca.

Muchísimas gracias.