La política es el arte de gobernar el espacio público que compartimos –ya sea la ciudad, la nación, o la región. Los líderes que ganan la mayoría de los votos tienen que gobernar la pluralidad de ideas. La gente de Latinoamérica y el Caribe es capaz de establecer toda clase de partidos políticos, aunque todos sus miembros quepan en un solo taxi. Pero necesitamos gobernar para aquellos que votaron por nosotros tanto como para quienes no lo hicieron. Polarizar el país, haciendo que el equipo A pelee contra el equipo B es traicionar el liderazgo moral.
El sentido de identidad de la gente se ha vuelto más diverso. Por ejemplo, decimos que la identidad de la Unión Europea es judeo-cristiana, pero no sabemos cómo gobernar los 80 millones de musulmanes que viven en Europa y los pocos judíos que todavía están en Europa después de la II Guerra Mundial.
Mi país me ordenó llevar a cabo una misión imposible durante la Guerra en Yugoslavia. He vivido la mitad de mi vida bajo una dictadura y la mitad bajo una democracia, y sé que no impones a la democracia con tanques y pistolas. Mis amigos, que nacieron en países con muchas generaciones de democracia, deseaban que Milosevic respetara a las minorías, pero ¿cómo puede prestar atención a las minorías cuando ni siquiera está dispuesto a respetar los resultados de la elección de la mayoría?
La mayoría de la gente en Yugoslavia son eslavos del sur. Algunos se identifican a sí mismos como cristianos ortodoxos, otros como católicos, y otros como musulmanes. Pero cuando empezó la guerra, cada grupo quedó atascado y se destruyó a sí mismo al excluir a los otros. Se decía que si no eras católico no tenías derecho de ser croata; si no eres ortodoxo, no tienes derecho de llamarte serbio; y si no eres musulmán, no tienes derecho de ser bosnio.
Las sociedades se están haciendo cada vez más pluralistas en el sentido de identidad y pertenencia de la gente – aún cuando son de la misma religión y grupo étnico y hablan el mismo idioma. Nosotros necesitamos gobernar esa diversidad de pertenencia. El arte de gobernar es hacer que la gente no se mate una a otra, es tener un mínimo de respeto mutuo. Aparte de esto, los líderes necesitan un proyecto con el cual toda la diversidad de gente pueda identificarse y tomar un interés compartido. Puede haber una pluralidad de ideas, pero todas deberían identificarse con un proyecto en común.
Uno podría pensar que cuánto más elevado es el nivel cultural de la gente, tanto más posibilidad de adherirse a la paz y la democracia. El nivel más alto del desarrollo cultural, científico, tecnológico, musical y artístico era de Alemania, la cual causó dos guerras mundiales en el siglo XX.
La educación para la paz no tiene que ver sólo con el derecho a votar. El derecho a votar es un componente necesario de la democracia, pero eso no es suficiente. Ésta legitima a un líder que es elegido por votos, y no por botas. La democracia sólo garantiza que si los líderes hacen un mal trabajo, la gente puede derrocarlos. Ésta garantiza el buen gobierno sólo a largo plazo. Necesitamos mejorarnos constantemente y hacer cosas por el bien a largo plazo.
F. González: El arte de gobernar el espacio público
Extractos del discurso a la Cumbre de las Américas en Washington, DC, el 1 de mayo 2008