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H.J. Moon : Construyendo una familia bajo Dios en Mongolia

EXTRACTOS DEL DISCURSO PRINCIPAL
EN EL FESTIVAL PARA LA PAZ GLOBAL
ULAANBAATAR, MONGOLIA, 9 DE SEPTIEMBRE DE 2008

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Estimados dignatarios, familias, amigos, damas y caballeros, bienvenidos al Festival para la Paz Global en la hermosa Ulaanbaatar, Mongolia. Es un gran honor y un placer estar con ustedes en el corazón de Asia con mis primos étnicos para celebrar una visión de paz duradera.

Justo el mes pasado se reunió el mundo en Beijing para los Juegos Olímpicos, bajo el tema “Un mundo, un sueño”. Permítanme tomar un momento para felicitar una vez más a Tuvshinbayar Naidan (Tushvee) y Badar-Uugan Enkhbat por ganar por primera vez medallas de oro para Mongolia en yudo y boxeo. ¡Bien hecho!

Hoy quisiera compartir una visión de paz para Mongolia y todas las naciones en esta región. Por empezar, tenemos que admitir que, si estamos preparados para ir por encima de los fracasos del pasado, tendremos que ser audaces y superar nuevos desafíos en nuestra búsqueda de la paz y la prosperidad.

Solamente necesitamos mirar hacia atrás en el siglo pasado para reconocer la futilidad de encarar los problemas mundiales mediante las mismas antiguas soluciones militares, políticas, diplomáticas y científicas. Lidiando sólo con los síntomas de la crisis y el conflicto global e ignorando la causa, raíz del problema, no va a funcionar. Es por eso que la gran visión detrás de la Liga de las Naciones y, más tarde, las Naciones Unidas, fueron incapaces de impedir que el siglo XX fuera el más sangriento de toda la historia humana.

El mundo necesita una nueva visión de paz para el siglo XXI. A diferencia del pensamiento secular de nuestro pasado reciente, debería ser una visión espiritual, enraizada en valores imperecederos. ¡Esa visión es “Una familia bajo Dios”!

Aquella persona que ha tomado el manto para llevar adelante esta visión alrededor del mundo no es otro que mi padre, el Reverendo Sun Myung Moon. Él ha dedicado su vida entera, sus recursos y fortuna al cumplimiento de ese sueño.

El sueño de construir “Una familia bajo Dios” no es el sueño de sólo un hombre, mujer o familia, sino que pertenece a toda la humanidad y, sobre todo, a Dios. Como explicó mi padre en uno de sus recientes mensajes de paz, “Dios, el Creador de todas las cosas que hay bajo el sol, es el padre verdadero de toda la humanidad. Él no es el Padre en el sentido parroquial, existiendo sólo para cierta religión, cierta raza o para residentes de cierta región.”

Pueden llamarlo a Èl con cualquier nombre, ya sea Jehová, Alá, Celestial, u otros. Lo que es importante es que Él realmente existe, vive como el Padre Verdadero de toda la gente, y está llevando a cabo la gran obra de la Creación.

¿Por qué es la familia la piedra fundamental para construir la paz? Primero y principal, la familia es universal. Sin tener en cuenta raza, etnicidad, nacionalidad ni afiliaciones religiosas, somos todos miembros de familias. En segundo lugar, la familia representa la más íntima de las relaciones humanas. Usamos términos relacionados a la familia para describir cercanía en cualquier relación, diciendo, “Esa persona es como mi padre, como mi madre, como mi hermano, como mi hermana, como mi hijo, y como mi hija.” Lo más importante es que la familia es la escuela del amor. Creo que el modelo trigeneracional de abuelos, padres e hijos es el dechado de virtud familiar.

Esas generaciones representan el pasado, el presente y el futuro viviendo en armonía en una sola familia, encapsulando así la continuación del tiempo y poniendo las bases para establecer paz duradera centrada en el amor verdadero.

Antes de llamarnos budistas, cristianos, o musulmanes, antes de llamarnos negros, blancos, o asiáticos, antes de identificarnos como mongoles, rusos, o chinos, somos primero y ante todo los hijos e hijas eternos de Dios, y miembros de su familia eterna. Por lo tanto, deberíamos ser dueños del sueño de hacer realidad “Una familia bajo Dios” de a una familia por vez, elevando a todas las familias por encima de raza, nacionalidad y credo.

El sueño de construir “Una familia bajo Dios” debería resonar con la herencia espiritual de Mongolia, una herencia que va hacia su prehistoria, muy parecida a mi patria de Corea. Fue esta herencia que provocó al más famoso mongol, Gengis Kan, y luego a su familia y sus descendientes a tomar la enorme tarea de unir al mundo bajo un solo Cielo. El rico pasado mongol es relevante en nuestra era para crear un mundo de paz, especialmente aquí en Eurasia. La reciente guerra en el sur del Cáucaso prueba que los países de esta región tienen todavía un camino que recorrer para superar esos conflictos del pasado.

Las divisiones nacionales o por límites de territorios, o por etnicidad y lazos económicos y sociales rotos, provocan inestabilidad, incertidumbre y violencia. Las naciones y los pueblos de esta región necesitan una nueva iniciativa de paz, basada en una visión en común. Reconociendo los desafíos potenciales de nuestra era, mi padre fundó la Federación de Pueblos Mongoles para la Paz Mundial en 2004 para “derribar todas los muros y fronteras nacionales y juntar a los seis billones de personas del mundo, mediante la reunión de los pueblos interrelacionados de descendencia mongólica.”

Si Mongolia pudiera hacerse dueña de la visión de “Una familia bajo Dios” y alinearse con la misión de la Federación de Pueblos Mongoles para la Paz Mundial, podría así inspirar a toda la región a mirar por encima de sus estrechos intereses y reconocer su herencia común y, por tanto, su futuro común.

Crear una cultura de servicio es algo necesario para que exista la paz. Aquí en Mongolia, han estado trabajando voluntarios del Servicio para la Paz y una docena de otras agencias para hacer de la ciudad de Ulaanbaatar un lugar de belleza y armonía para todos sus residentes.

Me agradaría ver voluntarios de Mongolia unirse con otras naciones tales como los Estados Unidos, Rusia, China, Europa y Asia, para establecer un Cuerpo para la Paz Global. Imaginen si gente joven de naciones enemigas trabajaran lado a lado en servicio con el corazón de “vivir por el bien de los demás”. Todo malentendido y odio que haya existido se desvanecería a medida que transpiran, lloran y ríen juntos con la visión en común de construir “Una familia bajo Dios”.

Otra meta del Festival para la paz Global es celebrar los valores universales comunes compartidos por todas las confesiones. Líderes religiosos y espirituales deben conducir le proceso de la paz. En vez de abogar por su propia estrecha perspectiva doctrinaria, ellos deben conducir a la gente de fe a reconocer los valores y principios comunes que vienen de nuestra herencia común en un solo Dios.

¡Seamos audaces hoy y atrevámonos a soñar en grande! Ustedes ya han escuchado el “Sueño mongol”, un sueño para dotar a cada niño con una buena educación y una vida saludable.

Hoy los invito a aspirar por un sueño aún más grande: Ese sueño es “Una familia bajo Dios”. Debería ser un llamado de clarín para nuestra era. El poder de una familia humana unida, puede acallar la confusión de conflictos a lo largo del mundo –desde el conflicto en Medio Oriente, hasta los restos de la Guerra Fría en la península coreana; de la pobreza y enfermedad de África hasta las disputas civiles, étnicas y nacionales en Eurasia.

Al hallarnos bajo la firme mirada de nuestros antepasados, hagamos una solemne promesa de conducir al mundo hacia la paz realizando el sueño de crear “Una familia bajo Dios”. Entonces, con la seguridad de que la luz supera a la oscuridad, una era de paz y prosperidad emergerá desde lo profundo de la desconfianza y el odio, tanto en casa como en los lejanos rincones de nuestro mundo.